Los porcentajes hablan por sí solos: un 32% de la población adulta sufre algún tipo de dolor. La incidencia de dolor persistente/crónico está entre un 11 y un 17%, según datos recientes. De hecho, el dolor es la segunda causa de consulta en Atención Primaria (AP), y más de un 50% de las consultas están relacionadas con dolor persistente.
Con estos números en la mano y sabiendo que, entre los riesgos de utilizar opioides fuertes a largo plazo se encuentran la adicción, el abuso, el aumento de fracturas, la depresión, la tolerancia o la sobredosis, entre otras… no puede extrañar que se busquen potras opciones para paliar el dolor crónico.
Precisamente sobre esas otras opciones trata el editorial del número de febrero de la revista AMF, En dolor persistente también… Primum non nocere. Escrito por , médica de familia y Coordinadora del grupo de trabajo de Dolor Crónico Persistente de la CAMFiC, parte de que las terapias no farmacológicas están demostrando mejoría del dolor persistente no oncológico y de la calidad de vida de las personas afectadas, sin los efectos adversos de los fármacos.
Pero reconoce que hay una dificultad real en el cambio de paradigma del tratamiento del dolor persistente no oncológico, tanto en las consultas de AP como en la atención secundaria u hospitalaria. La autora analiza cinco motivos para que esto sea así:
- La reticencia al cambio de los propios profesionales.
- Déficit importante de formación en dolor.
- La influencia de la industria farmacéutica.
- La elevada expectativa de los profesionales y de la población en la eficacia de las terapias farmacológicas.
- La falta de empoderamiento de las personas afectadas
Además de incluir una tabla para la evaluación y manejo del dolor persistente (primario y secundario) utilizando las guías NICE 2021, Aina Perelló Bratescu incide en la importancia del abordaje de este problema de salud pública (tal y como lo reconoce la OMS), desde otro ámbito:
“La experiencia dolorosa debe entenderse en su aspecto multidimensional, con un enfoque biopsicosocial de la persona, y no reducirse a un mero síntoma que haya que abordar con tratamiento farmacológico y no farmacológico. Las personas con dolor persistente confían en sus médicos de familia y estos tienen la responsabilidad de ofrecerles el mejor tratamiento posible, basado en una evidencia actualizada y libre de humos industriales”.
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