Eduardo Lamarca, médico de familia en Atención Primaria y miembro de la semFYC, también cuenta en su currículum con experiencia como médico de trabajo y urgencias hospitalarias, y ha organizado, a nivel sanitario y desde la perspectiva de la prevención de daños, eventos multitudinarios, deportivos y de otra índole.
Es, además, instructor de Soporte Vital y ejerce su profesión en el ámbito de Emergencias en Castilla y León. “Sin duda, la especialidad en Medicina Familiar y Comunitaria, como plataforma y por su proyección orientada al ámbito comunitario, ha sido esencial en mi desarrollo formativo y curricular”, explica Lamarca.
En esta entrevista, ofrece su testimonio en primera persona tras desplazarse a la región de Hatay, en Turquía, una de las zonas afectadas por el seísmo del día 6 de febrero que se saldó con decenas de miles de víctimas mortales y personas heridas.
—¿Qué te motivó a desplazarte hasta Turquía?
Mi interés por la medicina de urgencias y catástrofes, tanto en el ámbito del cuarto mundo como en países en vías de desarrollo, me condujo hace unos años a formar parte del proyecto START, los conocidos como “chalecos rojos” de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), a formarme con ellos y a participar en sus misiones en situaciones de catástrofe.
—¿Cuáles van a ser específicamente tus funciones en el territorio?
La función de este operativo en particular es la de paliar, en la medida de lo posible, las necesidades urgentes sanitarias de una población que ha perdido las infraestructuras locales, al menos hasta que puedan empezar a recuperar las mismas.
—¿Cuáles crees que son las mayores necesidades médicas en el territorio y cómo pueden solucionarse?
Inicialmente, la destrucción de hospitales de la zona y la inoperatividad de los recursos sanitarios por falta de personal debido a la huida de la población de las zonas con terremotos recurrentes, hace que lo más necesario sea la atención de urgencia de aquellas personas afectadas por lesiones debidas directamente a los seísmos.
Por otro lado, la cobertura de los pacientes crónicos, que aún sin lesiones traumáticas, se encuentran sin servicio sanitario y cuyas dolencias se están agudizando por falta de monitorización.
—¿Cuáles han sido tus primeras impresiones al llegar a la zona?
Mi impresión ha sido muy focal en la región de Hatay, puesto que solo he podido actuar en una de las zonas del país que ha sido afectada. Sin embargo, la impresión es agridulce, ante la visión de tantas infraestructuras dañadas y totalmente destruidas, junto a una gran parte de la población que se desplaza muchos kilómetros para buscar atención sanitaria y, por otro lado, una parte de la población de zonas no afectadas, que se vuelca altruistamente para ayudar a las organizaciones que trabajamos en la zona y que da lugar a un buen ambiente de trabajo, aún en condiciones difíciles y con la esperanza de aportar un grano de arena en la resolución de la catástrofe.
—¿Cuánto tiempo tienes pensado pasar en Turquía?
Las misiones de esta entidad están muy ligadas a los recursos disponibles y no permiten un desgaste mayor en cada rotación superior a 15-16 días aproximadamente. Eso marcará mi permanencia, en caso de que no haya ningún imprevisto.
—¿Tienes experiencia en situaciones similares a la actual?
No. Nunca había colaborado en una situación semejante a esta. Si bien es cierto que colaboré hace años en Ecuador en el desastre del fenómeno del ‘Niño’, este no tuvo el mismo número de víctimas mortales que ha provocado este desastre.
—¿Qué aprendizajes a nivel personal y profesional crees que te vas a llevar de vuelta a casa después de esta experiencia?
La experiencia personal, el cambio de aires al salir de nuestra zona de confort, de nuestro entorno complaciente a uno mucho más hostil; compartir las situaciones que se experimentan en estas catástrofes… Todo ello conduce a dar el paso, a vivir y a colaborar en estás situaciones. Por supuesto que tras la vuelta aparecerán progresivamente muchos más recuerdos y lecciones que tendré que madurar desde la reflexión, pero seguro que me acordaré de la cara más humana de los compañeros del proyecto, de los pacientes y voluntarios con los que tengo relación durante estos días.
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